En tanto el derecho a voto es un pilar de los sistemas democráticos actuales, por lo que ha sido considerado fundamental su resguardo. Sin embargo, poco se ha abordado el que quizás sea uno de sus blancos más débiles: el cómo se hace efectivo en personas en situación de discapacidad y dependencia, lo que en cifras, es el 8% de la población chilena adulta, es decir un millón cincuenta y dos mil setecientas ochenta y siente personas.

Más allá de lo que aporta el mecanismo del voto asistido, en el acto de la votación se involucran otras circunstancias que pueden ser decisivas para que este grupo de ciudadanos y ciudadanas pueda cumplir con su deber cívico. El transporte y la orientación que puedan encontrar de parte del personal que está a cargo de los recintos de votación, son algunos ejemplos de aspectos que hoy no son abordados desde las instituciones que corresponden.

Sin embargo, el obstáculo más irrecuperable será siempre el régimen jurídico que en nuestro país existe para este grupo de personas. En particular, la asimilación que aún hoy existe en el Código Civil del “demente” a la discapacidad intelectual, la facilidad con que se puede declarar a una persona interdicta (que no tiene poder de administración de sus bienes y sus actos no tienen valor ante la Ley) y sus consecuencias, son pesadas “espadas de Damocles”. Una consecuencia indirecta es la exclusión electoral de por vida.

No se trata entonces solo de dificultades al momento de votar, hay también impedimentos absolutos que provienen del propio Estado de Chile. Lo que, dicho sea de paso, se contrapone a la Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad.

Esta visión restrictiva basada en estigmas es lo que impide, desde lo jurídico y práctico, concretar la igualdad de condiciones ante un hito eleccionario. Un sistema de apoyos en la toma de decisiones autónomas, para aquellos ciudadanos y ciudadanas que se encuentran más vulnerables frente al acto del sufragio, debe ser el estándar, contribuyendo así al sentido más profundo de una democracia.

Fuente: cedeti.cl